jueves, 1 de agosto de 2013

Capítulo 9

Ya sabéis, si opináis, mucho mejor.

Capítulo 9
Cuando llegaron al centro de la pista, Laura no supo si eso era bailar o botar, pero sí sabía que los dos lo pasaron muy bien, se reían como posesos. Parecían amigos desde hace mucho. Sin embargo, se conocían desde hacía demasiado poco.
Tenía ganas de ese chico. Laura quería olvidar el pasado. No sabía si funcionaría. Pero no quería usarlo para olvidar. Se prometió no dar ella el primer paso. Dejaría que las cosas fluyeran. No quería estropearlo.
Pero esos ojos verdes... Ese carácter tan fuerte... No podía, sabía que le acabaría gustando.
Laura comenzaba a sentirse incómoda, después de tanto tiempo sin salir, solamente estudiando, tanto rato en una discoteca ya la estaba embotellando. Necesitaba salir de ahí, tomar el aire.
Aitor debió de notarlo porque le dijo al oido:
- ¿Te encuentras bien? ¿Necesitas salir pequeña?
A Laura le sorprendió que la llamase pequeña, le miró a los ojos, Aitor estaba preocupado de verdad. Asintió con la cabeza y sintió que una mano le agarraba por la muñeca y tiraba de ella. Comenzó a marearse. Necesitaba irse, tumbarse, beber algo. Lo que fuera. Necesitaba despejarse, que se le pasara.
Aitor la llevó a un parque, estaba desierto, normal, era tarde, debía de ser las 12. La gente estaba de fiesta o en casa, no en un parque. La tumbó en la hierba y se acercó a una fuente, hizo con las manos la forma de un bol y las llenó de agua. Un agua helada que impactó con la cara de Laura. Pegó un salto y buscó al causante de su cabeza y camiseta empapada. Unos metros más allá, apoyado en la fuente, estaba Aitor, riéndose.
- ¿Y tú de que te ríes? ¿Te parece normal empaparme? ¿Tú que eres gilipollas? -El gilipollas... Mierda, pensó Laura. Ya estaba otra vez con los recuerdos...
- ¿Sabías que cuando te enfadas todavía estás más guapa? Y sabes, con el pelo mojado, la camiseta también mojada, la Luna reflejándote... No se... -Dijo acercándose a Laura.
Laura se dio la vuelta. Las lágrimas volvieron. No quería que Aitor se diese cuenta. No quería que supiera que el simple hecho de llamar a alguien gilipollas le recordaba a alguien, le hacía recordar el pasado. No quería que pensase que vivía en el pasado. Que no era feliz.
Sin embargo, noto que unos brazos fuertes le rodeaban, le daban fuerza. Era Aitor. Con una mano, le quitó las lágrimas que rodaban por su mejilla. Le dio un beso en el cuello y le susurró al oido:
- Tranquila pequeña. No sé que te pasa. Pero tengo el remedio a tus problemas.

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